martes, 4 de noviembre de 2008

Periodismo literario

El periodista, al igual que cualquier escritor, es un mudo que señala una minúscula parte del universo que pasaría desapercibida si, al mismo tiempo que convence al lector para que se detenga a mirar, no tejiera una tela de araña donde atraparlo.

El periodismo literario pretende unir las técnicas narrativas con la redacción noticiosa. Desarrollar la destreza de contar historias y aplicarla en las maneras de narrar la realidad. La crónica, la entrevista y el reportaje pueden aprovechar las herramientas utilizadas en la prosa de ficción para cautivar al lector.

El periodismo es un género literario. Es un arte, más que un oficio, si el redactor se plantea escribir literatura de no ficción, aunque tenga la camisa de fuerza de la realidad y la objetividad aparente y aunque persiga la noticia. El periodismo literario no está divorciado de la noticia. Al contrario, la perpetúa en escritos que trascienden el papel barato. Hoy, que los medios impresos pierden fuerza ante la velocidad de sus competidores, se hace necesario desplegar las destrezas de los mejores narradores para atrapar al lector. Para que lea hasta la última línea, aunque la crónica, el reportaje o la entrevista de personalidad compita con cientos de titulares.

En esta época en que la inteligencia libra una guerra contra las imágenes vacías que capturan la atención del público con facilidad, el periodismo se debe a la poética. La poética es la capacidad de decir más con menos palabras, en parte gracias a la utilización de vocablos que potencian la creación de imágenes. Los buenos escritores son los que “mantienen la eficiencia del lenguaje”, por medio de la exactitud y la claridad. No importa los fines que tenga el escritor. Con este lenguaje claro y exacto se escribe la literatura (“el lenguaje cargado de sentido”) y la gran literatura (“el lenguaje cargado de sentido hasta el grado máximo que sea posible”).

La reconstrucción de la realidad por medio de la literatura recrea los detalles, el microcosmos. La mirada del zoom prevalece sobre la panorámica. El periodista literario prefiere el testimonio del testigo impuro al análisis del político avezado. En la ficción, la visión del hombre corriente se impone a la de los grandes personajes. Se busca al antihéroe, al protagonista marginal. Un antihéroe dispuesto a mostrarse.

La diferencia obvia entre periodismo y literatura es que el periodista no sólo debe ser fiel a los hechos, sino mantener en el texto todas referencias que permiten comprobar esa fidelidad. El periodismo, para serlo, no puede perder su apego por la realidad, ni el contraste de fuentes, ni la investigación previa que, en el caso de la crónica, implica también la vivencia.

El ficcionador, aun cuando se haya inspirado en la realidad, disuelve las referencias. Fusiona y diluye ambientes y personajes. Inventa, imagina. Pero el periodista debe refrendar, con cada escrito, un pacto tácito con el lector que obliga a no especular con pensamientos, sentimientos, situaciones; no fabricar elementos de la historia, como personajes, lugares, climas, objetos ni declaraciones; advertir cuando se ha pactado el anonimato de la fuente y lo que implica mantener esa promesa. Son convenciones que todo periodista conoce y utiliza en su trabajo, pero que no significan que maniaten al periodista a la hora de estructurar su texto; no le obligan a renunciar a los recursos que la narrativa ofrece para cautivar al lector, siempre con la limitación que impone la imposibilidad de fabricar elementos para la trama o de inventar o alterar los hechos.

Dentro de toda noticia hay una persona. Detrás de cualquier cifra hay alguien que la padece o la aprovecha. En las buenas novelas, al igual que en las buenas crónicas, la humanidad aparece en todo su esplendor, con sus contradicciones y afirmaciones. Ambas permiten que el lector concluya los porqués que justifiquen los actos. Por ejemplo, por qué el viejo de Hemingway insiste en su lucha contra el pez. El autor coloca las piezas que necesita el lector para concluir, una tarea que le exige el relato. Igual sucede en los textos periodísticos.

No hay manual para escribir una gran obra periodística o literaria, que nadie espere la fórmula mágica. Pero sí existen herramientas para que la historia funcione ante los ojos de un extraño que se asoma a esa realidad recién descubierta. Las técnicas no son reglas fijas, ni teorías infalibles como las matemáticas. Una máquina no puede escribir un texto que logre penetrar en la sensibilidad humana, aunque existen programas capaces de escribir frases con coherencia. Entre los párrafos de los mejores periodistas y escritores se avizoran estas técnicas, que, una vez manejadas a la perfección, pueden forzarse, romperse incluso.

Los autores necesitan imaginación y vivencias para retratar un pedazo de vida y convertirlo en un relato universal y mágico. Los periodistas prescinden de la imaginación a la hora de escribir, pero no a la hora de investigar. La imaginación puede indicar dónde se encuentran los eslabones extraviados, para ir tras ellos; buscarlos aunque sólo se tenga la corazonada. A esta cualidad algunos le llaman olfato.

El buen periodista tampoco deja de convertir su relato sobre un hecho real y minúsculo en universal y mágico. Mágico porque una buena historia conmueve a cualquier humano, sea cual sea su cultura y su tiempo.

El escritor desarrolla la intuición para presentir cómo actuarán sus personajes ante cualquier circunstancia. El periodista pregunta cómo han vivido tales circunstancias. Pero ambos viven la historia y no la cuentan antes de escribirla. Dejan que los espectros chillen en su interior para escribir como un desahogo. Cuando llega ese momento en que es necesario escribir, la investigación ha finalizado. Hay una historia que contar. Hay una historia que debe ser escrita según una estrategia: quién cuenta y quién escucha; cuál es la cronología de lo sucedido y con qué orden expondré lo sucedido.

viernes, 4 de abril de 2008

Ejemplo de Periodismo Narrativo

Cambió Esther la venta de puerta en puerta, por la del cuerpo

Esther trazó con gis blanco una flecha sobre la banqueta. Significaba la ruta que ella y los vendedores -de un nuevo suavizante y detergente para la ropa- habían recorrido por varias calles en la zona de Iztapalapa.

Ese día, Esther vendió cinco paquetes en casi diez horas de andar caminando; 55 pesos fue su comisión. El supervisor adivinó que Esther estaba desanimada y, comentó que las ventas, así son.

Con desesperanza, en ese mismo instante, Esther decidió que ese trabajo no era para ella, que tendría que esperar más de un año para comprarse un teléfono celular: su gran sueño.

Además recordó la promesa que le hizo a su madre y a sus hermanos, de ir a Oaxaca por ellos para traerlos también a la ciudad de México, a la cual, ella tenía ya cuatro meses de haber llegado.

Camino a la casa de su tía, en Ecatepec, el capital de Esther era ya de sólo 25 pesos, luego de viajar en microbús, Metro, comprar una rebanada de pizza y un refresco.

Recordó a su abuela Jacinta, quien solía decir que el dinero se había hecho de papel para volar y redondo para rodar. Empero, lo único que lograba acumular Esther, era la edad, cada día que pasaba, la acercaba a cumplir sus 16 años.

Al día siguiente, desorientada, sin saber qué hacer, Esther aprovechó que era domingo para ir a misa. Fue sola porque su tía Yolanda no era católica ni creía en religión alguna y mucho menos en santos y vírgenes.

Ya en misa, el sacerdote, sin querer, habría de marcarle su destino a Esther. El padre explicaba que ese día se celebraba la Natividad de la Virgen María, madre de Jesús, de Cristo. Explicaba que la Virgen María, esposa de José, había concebido por obra del Espíritu Santo sin tener que caer en el pecado original, decía.

Justo cuando el sacerdote mencionó el pecado original, Esther recordó a Leticia, amiga de su pueblo quien ya tenía cinco años en la capital, pero, se dedicaba a la prostitución en la Merced.

Esther volvió a recordar a su abuela a quien le gustaba el mezcal y ya borracha siempre cuestionaba: “Si tienes sueño, duermes; si tienes hambre, comes; si tienes sed, tomas agua y ¿si tienes ganas de hacer el amor?: ¡Es pecado!”, decía y se soltaba a reír a carcajadas.

Su abuela tenía una fama de coscolina bien ganada en el pueblo, tenía siete hijos y todos de padre diferente. Nunca vivió con un hombre, pues aseguraba que ella podía hacer ese “trabajo” y que a ella, los hombres, sólo le servían para darle placer y hacer los hijos.

Esther pensó que su abuela era todo lo contrario a la Virgen María, quien se había embarazado por obra del Espíritu Santo, mientras que su abuela, recordaba perfectamente los nombres de los padres de sus siete hijos.

Un día después, lunes, Esther no tuvo suerte. Fue a la Merced a buscar a su amiga Leticia, quien, en alguna visita que ésta hizo a las fiestas del pueblo, le confesó a lo que se dedicaba, que “trabajaba” en la calle de San Pablo, casi esquina con el mercado de la Merced y que, además, le iba muy bien. Incluso, fue en ese encuentro, cuando Esther alimentó el sueño de, algún día, tener un teléfono celular como lo tenía Leticia, incluso de la misma marca y del mismo color.

El martes fue distinto, Esther ya tenía trabajo. Estaba parada en San Pablo y Mesones. Su primer cliente no tardó en abordarla y, tras una rápida negociación verbal llegaron a un acuerdo. Ella cobraría 150 pesos, aparte el hotel, mientras que el cliente, se comprometía a no hacer caricias y abstenerse de besarla en la boca.

Ese día, el joven cliente quedó satisfecho tras hacer dos veces el pecado original. Aunque, el acuerdo fue que sólo sería una vez, Esther, le dijo a su joven cliente que si quería echarse el otro, mientras ella terminaba de leer su Libro Vaquero, porque allá afuera, en el trabajo, no le daban permiso de leer.

viernes, 29 de febrero de 2008

Entrevista a Ismael Rodríguez


ISMAEL RODRÍGUEZ: PRODIGIO DEL CINE MEXICANO


Ismael Rodríguez llegó al cine siendo un chamaco y quizá nunca dejó de serlo. Tal vez de ahí tuvo esa capacidad para emocionar e involucrar en sus historias a sus espectadores. Que compartían la imaginación del director, que aceptaban la recreación de su barrio en un estudio con paredes de cartón piedra.

Cine poblado de personajes tipo, encarnados por actores tipo, por creaciones del propio Rodríguez que a fuerza de sinceridad y vehemencia se cargan de gran verosimilitud. En esa época, el cine careció de fórmulas mágicas para la creación de situaciones atractivas para el espectador. Sólo le salieron a Rodríguez.
--Don Ismael, ¿cómo se siente? –pregunta un amigo con cortesía.--Engentado –responde al instante el anciano, de traje gris y una gran sonrisa que marca aún más las arrugas que le cubren el rostro. Está a punto de comenzar el homenaje en que le entregarán su segunda medalla Salvador Toscano al Mérito Cinematográfico.
Llegan periodistas, funcionarios, familiares y curiosos que durante el evento llenan, prácticamente, la sala 2 de la Cineteca Nacional.En la mesa, mientras los funcionarios culturales engrandecen y agradecen la obra de Rodríguez, el hombre se ve, francamente, emocionado.
A momentos sus ojos, casi ciegos, brillan a contraluz. Apoya sus manos manchadas y marcadas por venas azulosas, mientras escucha, con dificultad, los mensajes. Lo único claro a su oído, por contundente, es el prolongado aplauso, de pie, de la concurrencia, cuando los brazos temblorosos alzan a la altura de su rostro la medalla Salvador Toscano.
Al entrar y salir de la sala de cine se apoya en su hijo Ismael y en Nahud, su asistente; camina lento, imposible hacerlo sin ayuda y nunca pierde la dignidad basada en la lucidez y la sinceridad, quizás ingenua, que plasmó en su cine. Al hablar, deja que fluyan los personajes que inventó y permite salir al indio Tizoc para decir que los homenajes le hacen sentir “rete bonito aquí dentrito” al tiempo que pone su mano ajada en el centro del pecho.
Su casa, su estudio repleto de premios, diplomas, reconocimientos: el Ariel de Oro por su trayectoria, el Oso de Plata para Pedro Infante en el Festival de Berlín por Tizoc (1956), sus medallas Salvador Toscano, la recibida con sus hermanos en 1983, como pioneros del sonido en el cine mexicano y la recién recibida. El hombre, encorvado, lento, apoyado por Nahud y por un bastón de madera de color caoba, se sienta en un sillón de piel y se prepara a recordar su verdad, como lo ha hecho una y otra vez en éste, el tiempo de los homenajes postreros.
De pants y pantuflas el hombre mira al entrevistador y lo incita: “usted dirá”.Ismael Rodríguez es el muchacho alegre del cine nacional, el chamaco de trece años que “extrea” en las locaciones de Santa (Antonio Moreno, 1931), cinta sonorizada por sus hermanos mayores, Joselito y Roberto; el mismo que 72 años después mira cándido a la mesa que lo homenajea y pregunta “¿qué falta?”, como niño ansioso ante la posibilidad de seguir siendo reconocido y consentido, como Pedro Infante –por supuesto- en Los tres García (1946) y secuela, al jugar con el supuesto autoritarismo de la abuela, Sara García, quien, finalmente, termina apapachándolo.

martes, 26 de febrero de 2008

La Crónica periodística




Es un género periodístico que cuenta los días y los años que van pasando. Unas veces de manera cronológica. Otras, de acuerdo a su importancia cuando el hecho, los personajes y escenarios se hilvanan para crear un texto narrativo, en que la rigurosidad informativa sea el eje central.

Una crónica es la historia de lo que ha sucedido o está pasando, que como en cada genero, existen miles de conceptos. Por ejemplo en el periodismo europeo, la crónica se considera un género de opinión, un relato de los hechos desde una perspectiva personal y opinativa.

En México el escritor Carlos Monsiváis define a la crónica “como la reconstrucción literaria de sucesos o figuras donde el empeño formal domina sobre las urgencias informativas”.

Una crónica “debe ser escrita de manera literaria de tal suerte que el lector pueda recrearse con su lectura. Claridad, sencillez, precisión y concisión serán claves en la redacción de la crónica”. De los géneros periodísticos, la crónica esta hecha por naturaleza para el disfrute de la literatura, de la palabra, del lenguaje y de los hechos.

Únicamente cuando el reportero ama la vida, la crónica es un compendio de fuerza, energía y poderío narrativo y una guía social, política y ética.

Recordando que en una crónica periodística, el autor va entremezclando los hechos y su opinión.

El arte de contar.

Narrar es contar un suceso, hecho, algo que ocurrió y consideramos importante. Todos somos narradores, porque contamos a los demás algo de interés para ellos o para nosotros mismos. Siempre procuramos mantener la curiosidad del interlocutor, deseando crear simpatía o antipatía alrededor del hecho narrado, alimentando uno ola de sentimientos y pensamientos solidarios o adversos.

Cuando los abuelos narran cosas a sus nietos, cuando vamos al cine y luego contamos al detalle y con habilidad las partes del filme. Cuando oímos una información o un hecho que presenciamos y de inmediato nos tienta contarlo a terceras personas. El triunfo deportivo del equipo favorito se convierte en una magistral narración entre amigos, la boda familiar que se desmenuza un día después en una exquisita y sabrosa crónica. Todos en algún momento nos convertimos en narradores. “La literatura aun esta viva porque todos somos creadores”, dice Ryszard Kapuszinsky.

Así sometemos a la narración a una técnica periodística, donde el eje de la conversación gira sobre el personaje, el hecho, el lugar, la acción, el tiempo y los móviles. La estructura informativa de quién, qué, cuándo, dónde, cómo, por qué y para qué. Probablemente se cuente el final ocho líneas antes de que culmine la historia, como suele ocurrir en una historia literaria o novela, y no al principio como sucede en una historia periodística.

El cronista esta obligado, con su enorme capacidad para observar y escribir, no tan solo a interesar al lector en los hechos y en la vida, sino a fomentar en el lector el gusto y el amor por las palabras.

Si escribir es un placer, quien escribe una crónica, debe transmitir ese gusto al lector, para que de igual modo disfrute y goce con la palabra.

jueves, 7 de febrero de 2008

Vocación del periodista

De vocación periodista

Por Nancy Salas Andrade (*)

Yo aun recuerdo cuando en la universidad me preguntaron por qué quería estudiar periodismo y muy ufana escribí que porque era el arte de escribir. Concebía el periodismo sólo como la posibilidad de poner por escrito mi curiosidad por la vida. Allí, en las aulas, recién entendí lo que era ser periodista, una vocación que empalmaba muy bien con mi temperamento y afanes, porque, señores, al periodista le mueve una pulsión batalladora, de lucha, de escrutinio, de cuestionamiento de por qué las cosas son así y no de otra manera.

El periodismo es una actividad vital, que necesita de energía y valentía, porque es búsqueda de lo que está desordenado, oscuro, oculto. Organizamos la realidad para que otros la entiendan, sacamos a la luz lo que otros quieren que quede velado, celebramos también la vida y sus logros, aunque de esto se ocupen ya muy pocos. Esta tarea no es fácil, sobre todo en nuestros pueblos donde la miseria humana ha ganado tanto espacio en todas las instancias.

El periodista tiene un compromiso con la sociedad, cuando se olvida de ella y se ata a otros intereses se corrompe. Asumir este reto no es fácil para un periodista al que le cercan otros imperativos, no sólo de su propia actividad (la estresante rapidez de la publicación, la escasez de tiempo y recursos para investigar, entre otros) sino anexos a ella, como ganarle a la competencia o tener el mejor rating o ventas, ventajas que al periodista le darán crédito o prestigio como buen profesional que sabe su oficio. A ello se suma para el desánimo: los sueldos a ras de suelo y las inacabables jornadas de trabajo.

A pesar de todo lo dicho, en nuestro país y en estos momentos, el periodismo es una de las actividades profesionales menos apreciadas por cualesquiera, a pesar que siguen egresando miles de periodistas de las aulas universitarias. La razón es muy simple, el periodismo no es todo lo bueno que debería ser. En gran medida ha perdido credibilidad ante los públicos, y eso se debe a varias razones.

La primera de ellas es que hay muchos "improvisados" que están en los medios de comunicación fungiendo de periodistas: sociólogos, psicólogos, economistas, abogados, ingenieros; profesionales -y caras bonitas- que tendrán su valor pero que sólo intuyen lo que es el periodismo, razón por la cual lo que para un periodista es claro, se vuelve borroso y difuso para ellos. Pero los peores "polizontes" son aquellos que reducen la actividad periodística a una mecánica de mercadeo: la información es un producto de oferta y demanda. Que vende lo espectacular, lo morboso, lo escandaloso, pues eso se oferta. Una vez cogida esa pendiente, hasta el despeñadero: el envilecimiento del trabajo. Así de claro.

Otra razón está dentro de las propias empresas de medios, de parte de los directivos, de aquellos que dirigen no sólo el estado de cuentas de la empresa, sino que acartonan la información y la opinión de los periodistas, aquellos que tienen intereses políticos, económicos, de clase, y otros, que son los cernideros de todo lo que el periodista lleva a la sala de redacción.

Y, finalmente, está la actitud de algunos periodistas poco combativos para luchar por la verdad fáctica, que es conocimiento. Aquellos conformistas que sólo se convierten en meros vehículos de lleva y trae, sin que se mojen en un compromiso por esclarecer las situaciones, los grandes problemas, sobre las que el lector está desorientado. El buen periodista es acucioso en la investigación de las fuentes, que son las que muchas veces le dan cebo de culebra para desorientarle y manejarle a su antojo. Sólo el conocimiento de la vida y el hombre nos vuelve zahoríes, a no ser que la necedad haya nacido con nosotros. Pero el periodista, sobre todo, será honesto con respecto a su propia percepción de la realidad. Él, que la vive y la palpa.

Somos periodistas, unos desde el caldero de la profesión, otros, como la que escribe, enseñando, pero todos, creo yo, con la misma vocación porque la realidad se torne en mensajes útiles que le sirvan al ciudadano para mantenerse enterado de lo que le rodea, sobre todo de aquello que le incumbe para saber decidir en torno a su vida y a su comunidad.

jueves, 17 de enero de 2008

Periodismo Narrativo

Este es un audio sobre el origen del periodismo narrativo, efectuado como prueba en la sala de computo de la FES Aragón.

lunes, 14 de enero de 2008

Figuras del Periodismo Narrativo

Album fotografico de algunas figuras del periodismo narrativo Bubble Share con fotos tomadas de la red en el taller de Edubloggs


BubbleShare: Share photos - Find great Clip Art Images.

viernes, 11 de enero de 2008

El oficio de escritor

Documental sobre la vida de Gabriel García Márquez



Murió Ryszard Kapuscinski, un maestro de la crónica periodística

La muerte, que tantas veces quiso seducirlo durante sus arriesgadas coberturas de golpes de estado y revoluciones en el Tercer Mundo, lo encontró en su Polonia natal, tras una delicada operación. A los 74 años murió Ryszard Kapuscinski convertido en un clásico del periodismo de reportaje.
Nacido en la aldea polaca de Pinsk (hoy territorio de Bielorrusia), Kapuscinski estudió en la Universidad de Varsovia y en 1958, aburrido de crónicas periodísticas locales, convirtió en realidad un sueño de su niñez: atravesar las fronteras de Polonia para convertirse en corresponsal de prensa en el extranjero.
Durante 23 años, Kapu (como lo llamaban cariñosamente muchos de sus lectores) cubrió 17 golpes de estado y revoluciones en países de América Latina, Africa y Asia. Todas como enviado de la PAP, la agencia oficial de noticias polaca. Escribió, entre otros libros, "Un día más con vida" (una crónica de la guerra de liberación en Angola), "Ebano" (un conjunto de anécdotas sobre Africa) y "La guerra del fútbol" (que incluye un apasionante relato de las escaramuzas entre Honduras y El Salvador, en 1969).
A diferencia de sus colegas de agencias ricas, Kapuscinski se alojaba en barrios modestos, lejos de los grandes hoteles y muy cerca de la gente común, aspecto que consideraba clave para construir sus historias. "Las malas personas no pueden ser buenos periodistas de reportajes: no pueden comprender a los demás ni ser apreciados por ellos", explicó alguna vez. De esa fórmula surgieron relatos inolvidables, pequeñas delicias que justifican el placer de leer (y escribir). Como el fascinante encuentro con una cobra en plena sabana africana. O la minuciosa descripción de cómo empezaba cada día de gobierno el emperador Haile Selassie, de Etiopía. ¿Como olvidar a Carlota, aquella guerrillera del MPLA de Angola que acompañó a Kapuscinski en un viaje al frente de combate? Sencillamente imposible.
Kapu trabajó en la PAP hasta 1981, cuando todavía parecía difícil de imaginar un desmoronamiento estrepitoso del Pacto de Varsovia. Viajero incansable, siguió adelante con su costumbre de recorrer el mundo. Pero esta vez no para seguir la meandrosa trayectoria que trazan golpes de estado y sangrientas revueltas, sino -ya convertido en un clásico del periodismo- para formar a estudiantes con sus vivencias. El reconocimiento a la magnitud de su obra, tan sólida como sus convicciones sobre la labor que debe desempeñar un periodista, se vio traducido en múltiples premios, entre ellos el Príncipe de Asturias de las Comunicaciones y las Humanidades, en 2003.
También se lo mencionó, en los últimos dos años, como un firme candidato al Nobel de Literatura. Su último libro en español, fue "Viajes con Heródoto" (Anagrama), que apareció en la Argentina el año pasado. Casi como si intuyera su despedida, Kapuscinski incluyó nostalgiosos relatos de su paso como estudiante por la Universidad de Varsovia y su trabajo en el periódico Sztandar Mlodych, así como de sus primeras coberturas internacionales, que lo llevaron a una India que se abría al mundo tras el dominio colonial inglés y a la inescrutable China de Mao.

Periodismo Narrativo




Lo que se llama Nuevo Periodismo y, en mejor forma, Periodismo Narrativo, no es algo muy nuevo. Y para analizarlo, no podemos separar el medio donde se reproduce con el trabajo periodístico en sí mismo. Como ustedes saben, cuando el periodismo moderno nace a mediados del siglo XIX, básicamente la información llegaba de telegramas de ultramar y se publicaba tal cual. La mayoría de las noticias eran lo que ahora conocemos como avisos clasificados, informaciones sobre barcos que llegaban o partían. No había entrevistas, no había reportajes, la información era telegráfica: "Estalló una guerra en tal parte"; "Hay tantos muertos en tal otra". Era brevísima.

El gran viaje de Kapuscinski

El blog literario latinoamericano El Boomerang , presenta a partir de hoy un especial sobre el legado de Ryszard Kapuscinski, considerado por muchos como el mejor reportero del siglo. Se trata del I Seminario virtual de Literatura y Periodismo que organizan La Oficina del Autor, la Dirigido especialmente a estudiantes de periodismo, el seminario cuenta con las intervenciones del norteamericano Jon Lee Anderson, cronista de numerosas guerras para la revista The New Yorker, y de los escritores y periodistas Sergio Ramírez, Tomás Eloy Martínez, Manuel Vicent y Erich Hackl.

El reportaje de guerra, la emigración, la crónica como unión entre periodismo y ficción, el viaje del periodista, el uso de la ficción en un reportaje periodístico, la crónica como uno de los grandes géneros literarios, el periodismo como misión, qué hizo de Kapuscinski el mejor periodista del siglo, los nacionalismos, la importancia de dar voz a los más pobres, son algunos de los temas de los que hablan los cinco participantes en relación a las lecciones que dejó Ryszard Kapuscinski como reportero, cronista y humanista.

La página cuenta con una guía de trabajo que plantea preguntas y temas de reflexión para trabajar en las facultades de periodismo. Este seminario, al que puede acceder cualquier persona que entre a la página de El Boomerang cuenta con el apoyo de la red de universidades Universia y de la Fundación Carolina. y la Escuela de Periodismo Universidad Autónoma de Madrid/EL PAÍS.

Dirigido especialmente a estudiantes de periodismo, el seminario cuenta con las intervenciones del norteamericano Jon Lee Anderson, cronista de numerosas guerras para la revista The New Yorker, y de los escritores y periodistas Sergio Ramírez, Tomás Eloy Martínez, Manuel Vicent y Erich Hackl.

El reportaje de guerra, la emigración, la crónica como unión entre periodismo y ficción, el viaje del periodista, el uso de la ficción en un reportaje periodístico, la crónica como uno de los grandes géneros literarios, el periodismo como misión, qué hizo de Kapuscinski el mejor periodista del siglo, los nacionalismos, la importancia de dar voz a los más pobres, son algunos de los temas de los que hablan los cinco participantes en relación a las lecciones que dejó Ryszard Kapuscinski como reportero, cronista y humanista.

La página cuenta con una guía de trabajo que plantea preguntas y temas de reflexión para trabajar en las facultades de periodismo. Este seminario, al que puede acceder cualquier persona que entre a la página de El Boomerang cuenta con el apoyo de la red de universidades Universia y de la Fundación Carolina.

Origen del periodismo narrativo

El Periodismo Narrativo es, necesariamente, un producto literario. Pero es diferente a la literatura. El periodismo narrativo está basado, fundado y fundamentado por la certeza. Por sobre lo que cada uno cree, de buena fe, que es la certeza, la verdad. Porque la verdad, como ustedes saben, es relativa. Igual que la objetividad. La verdad como tal no existe. Hay tantas verdades como seres humanos. Nunca dos personas leen el mismo libro. Y ni siquiera una misma persona lee el mismo libro en tiempos diferentes: no soy la misma persona mañana. Pero la base del periodismo narrativo es que los hechos que se narran son ciertos, o son todo lo cierto que la conciencia y la buena fe del periodista lo permite.

No hay forma alguna de invención posible. Mientras que la cualidad de la literatura propiamente dicha, de ficción, esta basada sobre la ambigüedad, la duda, la alusión, la elisión, elementos diferentes al Periodismo Narrativo.

Entonces nos enfrentamos por un lado la certeza y por el otro lado la duda. Dentro de esas dos categorías centrales hay todo un campo amplio donde la eficacia del lenguaje es central, la eficacia del dato es central, la eficacia de la narración es central.
La narración es tan central que, si vemos hacia atrás, todos los conocimientos que tenemos de las antiguas culturas son relatos, son narraciones. Hasta los diálogos de Platón son narraciones. En definitiva, el primer gran periodista, fue Platón. Los diálogos son como grandes entrevistas ocurridas en su época.

Por eso mismo pasa que si bien la noticia viene a fuera, los elementos vienen de fuera, los relatos vienen de fuera, ustedes pueden crear un mundo que es un mundo que tiene valor en sí mismo por la fuerza, por la eficacia que el relato cuenta como tal. No sé pierde, en tanto afecta, representa, simboliza y es una metáfora de la condición humana. Porque la condición humana es igual en todas partes. Cuando narramos un texto que afecta a la condición humana en términos generales, el texto nos toca, nos moviliza, nos conmueve, y de esa forma entonces el periodismo narrativo alcanza también un peso.