viernes, 4 de abril de 2008

Ejemplo de Periodismo Narrativo

Cambió Esther la venta de puerta en puerta, por la del cuerpo

Esther trazó con gis blanco una flecha sobre la banqueta. Significaba la ruta que ella y los vendedores -de un nuevo suavizante y detergente para la ropa- habían recorrido por varias calles en la zona de Iztapalapa.

Ese día, Esther vendió cinco paquetes en casi diez horas de andar caminando; 55 pesos fue su comisión. El supervisor adivinó que Esther estaba desanimada y, comentó que las ventas, así son.

Con desesperanza, en ese mismo instante, Esther decidió que ese trabajo no era para ella, que tendría que esperar más de un año para comprarse un teléfono celular: su gran sueño.

Además recordó la promesa que le hizo a su madre y a sus hermanos, de ir a Oaxaca por ellos para traerlos también a la ciudad de México, a la cual, ella tenía ya cuatro meses de haber llegado.

Camino a la casa de su tía, en Ecatepec, el capital de Esther era ya de sólo 25 pesos, luego de viajar en microbús, Metro, comprar una rebanada de pizza y un refresco.

Recordó a su abuela Jacinta, quien solía decir que el dinero se había hecho de papel para volar y redondo para rodar. Empero, lo único que lograba acumular Esther, era la edad, cada día que pasaba, la acercaba a cumplir sus 16 años.

Al día siguiente, desorientada, sin saber qué hacer, Esther aprovechó que era domingo para ir a misa. Fue sola porque su tía Yolanda no era católica ni creía en religión alguna y mucho menos en santos y vírgenes.

Ya en misa, el sacerdote, sin querer, habría de marcarle su destino a Esther. El padre explicaba que ese día se celebraba la Natividad de la Virgen María, madre de Jesús, de Cristo. Explicaba que la Virgen María, esposa de José, había concebido por obra del Espíritu Santo sin tener que caer en el pecado original, decía.

Justo cuando el sacerdote mencionó el pecado original, Esther recordó a Leticia, amiga de su pueblo quien ya tenía cinco años en la capital, pero, se dedicaba a la prostitución en la Merced.

Esther volvió a recordar a su abuela a quien le gustaba el mezcal y ya borracha siempre cuestionaba: “Si tienes sueño, duermes; si tienes hambre, comes; si tienes sed, tomas agua y ¿si tienes ganas de hacer el amor?: ¡Es pecado!”, decía y se soltaba a reír a carcajadas.

Su abuela tenía una fama de coscolina bien ganada en el pueblo, tenía siete hijos y todos de padre diferente. Nunca vivió con un hombre, pues aseguraba que ella podía hacer ese “trabajo” y que a ella, los hombres, sólo le servían para darle placer y hacer los hijos.

Esther pensó que su abuela era todo lo contrario a la Virgen María, quien se había embarazado por obra del Espíritu Santo, mientras que su abuela, recordaba perfectamente los nombres de los padres de sus siete hijos.

Un día después, lunes, Esther no tuvo suerte. Fue a la Merced a buscar a su amiga Leticia, quien, en alguna visita que ésta hizo a las fiestas del pueblo, le confesó a lo que se dedicaba, que “trabajaba” en la calle de San Pablo, casi esquina con el mercado de la Merced y que, además, le iba muy bien. Incluso, fue en ese encuentro, cuando Esther alimentó el sueño de, algún día, tener un teléfono celular como lo tenía Leticia, incluso de la misma marca y del mismo color.

El martes fue distinto, Esther ya tenía trabajo. Estaba parada en San Pablo y Mesones. Su primer cliente no tardó en abordarla y, tras una rápida negociación verbal llegaron a un acuerdo. Ella cobraría 150 pesos, aparte el hotel, mientras que el cliente, se comprometía a no hacer caricias y abstenerse de besarla en la boca.

Ese día, el joven cliente quedó satisfecho tras hacer dos veces el pecado original. Aunque, el acuerdo fue que sólo sería una vez, Esther, le dijo a su joven cliente que si quería echarse el otro, mientras ella terminaba de leer su Libro Vaquero, porque allá afuera, en el trabajo, no le daban permiso de leer.