La muerte, que tantas veces quiso seducirlo durante sus arriesgadas coberturas de golpes de estado y revoluciones en el Tercer Mundo, lo encontró en su Polonia natal, tras una delicada operación. A los 74 años murió Ryszard Kapuscinski convertido en un clásico del periodismo de reportaje.
Nacido en la aldea polaca de Pinsk (hoy territorio de Bielorrusia), Kapuscinski estudió en la Universidad de Varsovia y en 1958, aburrido de crónicas periodísticas locales, convirtió en realidad un sueño de su niñez: atravesar las fronteras de Polonia para convertirse en corresponsal de prensa en el extranjero.
Durante 23 años, Kapu (como lo llamaban cariñosamente muchos de sus lectores) cubrió 17 golpes de estado y revoluciones en países de América Latina, Africa y Asia. Todas como enviado de la PAP, la agencia oficial de noticias polaca. Escribió, entre otros libros, "Un día más con vida" (una crónica de la guerra de liberación en Angola), "Ebano" (un conjunto de anécdotas sobre Africa) y "La guerra del fútbol" (que incluye un apasionante relato de las escaramuzas entre Honduras y El Salvador, en 1969).
A diferencia de sus colegas de agencias ricas, Kapuscinski se alojaba en barrios modestos, lejos de los grandes hoteles y muy cerca de la gente común, aspecto que consideraba clave para construir sus historias. "Las malas personas no pueden ser buenos periodistas de reportajes: no pueden comprender a los demás ni ser apreciados por ellos", explicó alguna vez. De esa fórmula surgieron relatos inolvidables, pequeñas delicias que justifican el placer de leer (y escribir). Como el fascinante encuentro con una cobra en plena sabana africana. O la minuciosa descripción de cómo empezaba cada día de gobierno el emperador Haile Selassie, de Etiopía. ¿Como olvidar a Carlota, aquella guerrillera del MPLA de Angola que acompañó a Kapuscinski en un viaje al frente de combate? Sencillamente imposible.
Kapu trabajó en la PAP hasta 1981, cuando todavía parecía difícil de imaginar un desmoronamiento estrepitoso del Pacto de Varsovia. Viajero incansable, siguió adelante con su costumbre de recorrer el mundo. Pero esta vez no para seguir la meandrosa trayectoria que trazan golpes de estado y sangrientas revueltas, sino -ya convertido en un clásico del periodismo- para formar a estudiantes con sus vivencias. El reconocimiento a la magnitud de su obra, tan sólida como sus convicciones sobre la labor que debe desempeñar un periodista, se vio traducido en múltiples premios, entre ellos el Príncipe de Asturias de las Comunicaciones y las Humanidades, en 2003.
También se lo mencionó, en los últimos dos años, como un firme candidato al Nobel de Literatura. Su último libro en español, fue "Viajes con Heródoto" (Anagrama), que apareció en la Argentina el año pasado. Casi como si intuyera su despedida, Kapuscinski incluyó nostalgiosos relatos de su paso como estudiante por la Universidad de Varsovia y su trabajo en el periódico Sztandar Mlodych, así como de sus primeras coberturas internacionales, que lo llevaron a una India que se abría al mundo tras el dominio colonial inglés y a la inescrutable China de Mao.
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