Es un género periodístico que cuenta los días y los años que van pasando. Unas veces de manera cronológica. Otras, de acuerdo a su importancia cuando el hecho, los personajes y escenarios se hilvanan para crear un texto narrativo, en que la rigurosidad informativa sea el eje central.
Una crónica es la historia de lo que ha sucedido o está pasando, que como en cada genero, existen miles de conceptos. Por ejemplo en el periodismo europeo, la crónica se considera un género de opinión, un relato de los hechos desde una perspectiva personal y opinativa.
En México el escritor Carlos Monsiváis define a la crónica “como la reconstrucción literaria de sucesos o figuras donde el empeño formal domina sobre las urgencias informativas”.
Una crónica “debe ser escrita de manera literaria de tal suerte que el lector pueda recrearse con su lectura. Claridad, sencillez, precisión y concisión serán claves en la redacción de la crónica”. De los géneros periodísticos, la crónica esta hecha por naturaleza para el disfrute de la literatura, de la palabra, del lenguaje y de los hechos.
Únicamente cuando el reportero ama la vida, la crónica es un compendio de fuerza, energía y poderío narrativo y una guía social, política y ética.
Recordando que en una crónica periodística, el autor va entremezclando los hechos y su opinión.
El arte de contar.
Narrar es contar un suceso, hecho, algo que ocurrió y consideramos importante. Todos somos narradores, porque contamos a los demás algo de interés para ellos o para nosotros mismos. Siempre procuramos mantener la curiosidad del interlocutor, deseando crear simpatía o antipatía alrededor del hecho narrado, alimentando uno ola de sentimientos y pensamientos solidarios o adversos.
Cuando los abuelos narran cosas a sus nietos, cuando vamos al cine y luego contamos al detalle y con habilidad las partes del filme. Cuando oímos una información o un hecho que presenciamos y de inmediato nos tienta contarlo a terceras personas. El triunfo deportivo del equipo favorito se convierte en una magistral narración entre amigos, la boda familiar que se desmenuza un día después en una exquisita y sabrosa crónica. Todos en algún momento nos convertimos en narradores. “La literatura aun esta viva porque todos somos creadores”, dice Ryszard Kapuszinsky.
Así sometemos a la narración a una técnica periodística, donde el eje de la conversación gira sobre el personaje, el hecho, el lugar, la acción, el tiempo y los móviles. La estructura informativa de quién, qué, cuándo, dónde, cómo, por qué y para qué. Probablemente se cuente el final ocho líneas antes de que culmine la historia, como suele ocurrir en una historia literaria o novela, y no al principio como sucede en una historia periodística.
El cronista esta obligado, con su enorme capacidad para observar y escribir, no tan solo a interesar al lector en los hechos y en la vida, sino a fomentar en el lector el gusto y el amor por las palabras.
Si escribir es un placer, quien escribe una crónica, debe transmitir ese gusto al lector, para que de igual modo disfrute y goce con la palabra.
Una crónica es la historia de lo que ha sucedido o está pasando, que como en cada genero, existen miles de conceptos. Por ejemplo en el periodismo europeo, la crónica se considera un género de opinión, un relato de los hechos desde una perspectiva personal y opinativa.
En México el escritor Carlos Monsiváis define a la crónica “como la reconstrucción literaria de sucesos o figuras donde el empeño formal domina sobre las urgencias informativas”.
Una crónica “debe ser escrita de manera literaria de tal suerte que el lector pueda recrearse con su lectura. Claridad, sencillez, precisión y concisión serán claves en la redacción de la crónica”. De los géneros periodísticos, la crónica esta hecha por naturaleza para el disfrute de la literatura, de la palabra, del lenguaje y de los hechos.
Únicamente cuando el reportero ama la vida, la crónica es un compendio de fuerza, energía y poderío narrativo y una guía social, política y ética.
Recordando que en una crónica periodística, el autor va entremezclando los hechos y su opinión.
El arte de contar.
Narrar es contar un suceso, hecho, algo que ocurrió y consideramos importante. Todos somos narradores, porque contamos a los demás algo de interés para ellos o para nosotros mismos. Siempre procuramos mantener la curiosidad del interlocutor, deseando crear simpatía o antipatía alrededor del hecho narrado, alimentando uno ola de sentimientos y pensamientos solidarios o adversos.
Cuando los abuelos narran cosas a sus nietos, cuando vamos al cine y luego contamos al detalle y con habilidad las partes del filme. Cuando oímos una información o un hecho que presenciamos y de inmediato nos tienta contarlo a terceras personas. El triunfo deportivo del equipo favorito se convierte en una magistral narración entre amigos, la boda familiar que se desmenuza un día después en una exquisita y sabrosa crónica. Todos en algún momento nos convertimos en narradores. “La literatura aun esta viva porque todos somos creadores”, dice Ryszard Kapuszinsky.
Así sometemos a la narración a una técnica periodística, donde el eje de la conversación gira sobre el personaje, el hecho, el lugar, la acción, el tiempo y los móviles. La estructura informativa de quién, qué, cuándo, dónde, cómo, por qué y para qué. Probablemente se cuente el final ocho líneas antes de que culmine la historia, como suele ocurrir en una historia literaria o novela, y no al principio como sucede en una historia periodística.
El cronista esta obligado, con su enorme capacidad para observar y escribir, no tan solo a interesar al lector en los hechos y en la vida, sino a fomentar en el lector el gusto y el amor por las palabras.
Si escribir es un placer, quien escribe una crónica, debe transmitir ese gusto al lector, para que de igual modo disfrute y goce con la palabra.
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